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La Hipnosis como Terapia - II. El poder de la sugestión 3ª y última parte. Por Eduardo Riol Hernández

 


Fotografía tomada de: pexels-tyler-hendy-52062

En los artículos previos nos hemos acercado al magnético mundo de la hipnosis a través de diferentes prismas. Empezamos apuntando algunos datos relevantes, entreverados con un sencillo experimento que a más de uno dejó con la duda de si era “hipno-resistente” o fácilmente sugestionable (al final del presente artículo tendremos una nueva oportunidad de responder a esta pregunta).

Después relatamos una peculiar anécdota que daba cuenta de las consecuencias de “jugar” con la hipnosis para un grupo de universitarios que acabaron poco menos que como extras de una película de terror.

Proseguimos con el análisis de algunas creencias erróneas y mitos sobre la hipnosis, que nos condujo a una reflexión tangencial sobre la mala praxis de algunos “profesionales” carentes de código ético. Al mismo tiempo aclaramos -no obstante- que una persona, por el mero hecho de sumirse en un trance hipnótico, no queda automáticamente indefensa ante cualquier intento de abuso o manipulación.

Nos detuvimos otro momento a comentar qué cosas NO son hipnosis. Y ahora vamos a dar un último giro para describir lo que SÍ es hipnosis y no lo consideramos como tal,  a fin de poder delimitar mejor su naturaleza.

El conductor que circula varias horas por una carretera y un paisaje monótonos entra a menudo en un estado de ensoñación en el que su mente viaja a otro momento y lugar, y por un instante olvida que está al volante y no ve la carretera que tiene ante sus ojos, lo que puede provocar un accidente si no reacciona a tiempo y se espabila con ayuda de la radio o la conversación de un acompañante.

La jugadora de un partido de competición no advierte que se ha hecho una herida abierta en la rodilla hasta que se para el juego, ve la sangre y le empieza a doler.

Un chico está viendo su serie favorita y mientras ríe y llora con los protagonistas de la ficción no oye que están llamando insistentemente al timbre de la calle…

¿Tiene todo esto algo que ver con la hipnosis?

¿Y qué le sucede a esa congregación de monjas que sienten más cercana la presencia de Dios cuando rezan juntas el rosario susurrando de forma sincronizada oraciones que se repiten sin descanso? O al derviche que gira sobre sí mismo hasta la extenuación…

Recordemos una vez más que la alteración de la conciencia y la mayor susceptibilidad a la sugestión definen en buena medida nuestra estado cuando experimentamos el trance hipnótico. Ante estímulos repetitivos se produce un cierto estrechamiento perceptivo, nos concentramos mucho en algo y dejamos de percibir todo lo demás, o lo hacemos de un modo distinto al habitual, de tal forma que cambia nuestra manera ordinaria de reaccionar, o de no hacerlo, ante un estímulo presente o ausente.

Podemos dejar de escuchar un timbre que suena, de ver la carretera por la que circulamos, de sentir el dolor de una herida…Y, en cambio, también somos capaces de experimentar sensaciones o emociones en ausencia de los estímulos o las situaciones que normalmente los provocan. El miedo ante una amenaza inexistente, el dolor de una lesión imaginaria...El denominador común que subyace a tan variadas situaciones es la capacidad del ser humano de sugestionarse, espontánea o accidentalmente, fruto de los parámetros del momento vivido; o inducido deliberadamente por alguien, incluido uno mismo (autohipnosis).

¿Y si aprovecháramos el enorme poder de la sugestión para fines terapéuticos?¿Es posible revertir la naturaleza y el contenido de las sugestiones que nos provocan sufrimiento?¿Sustituirlas por otras que generen alivio y bienestar?

Tras un recorrido en espiral que nos ha aproximado cada vez más a la esencia de la hipnosis, basada en el fenómeno de la sugestión, llegamos al centro neurálgico de esta serie de artículos, sus aplicaciones en el ámbito de la salud.

La hipnoterapia ha demostrado ser útil para lidiar con trastornos de la salud mental, pero también contribuye a mejorar la salud física en sentido amplio.

Aliviar mediante hipnosis el dolor agudo o crónico, incidiendo sobre la parte subjetiva del dolor, permite complementar las terapias médicas y farmacológicas, limitando estas a lo estrictamente necesario, sorteando en parte sus efectos secundarios o adversos. Se puede inducir analgesia o anestesia dependiendo del caso y la persona; modificar el umbral del dolor, cambiar la modalidad sensorial de la experiencia nociceptiva a sensación de tacto / presión…

Superar adicciones a sustancias, dependencias conductuales o hábitos compulsivos es posible gracias a la hipnoterapia combinada con otros tratamientos de psicoterapia y farmacológicos cuando estén indicados.

Afrontar enfermedades graves, enfermedades degenerativas, con tratamientos cruentos o muy limitantes, es más llevadero con hipnoterapia, en conjunción con las terapias preceptivas en cada caso.

Es importante matizar aquí que, en los casos de enfermedades de origen orgánico, la hipnosis no cura sino que ayuda a sobrellevar mejor la dolencia e indirectamente puede favorecer la recuperación, dado que el cuerpo humano es una máquina que pivota en torno a varios ejes que se integran en uno: el eje psiconeuroendocrinoinmunológico. Por eso se producen fenómenos como que los cambios hormonales afecten a nuestro estado de ánimo,  que el estrés o la depresión correlacionen con una disminución de la respuesta inmune de nuestro organismo, es decir que “nos bajen las defensas”, o que seamos víctimas de trastornos psicosomáticos derivados de alteraciones emocionales que se pueden regular con hipnosis y psicoterapia. Del mismo modo, la ansiedad, las fobias, la depresión y otros trastornos de la salud mental se pueden modular con dichas técnicas.

En fin, las aplicaciones son múltiples. Hemos enumerado algunas de las principales, pero nos han quedado muchas en el tintero, desde la mejora de la concentración para el estudio hasta aliviar el malestar asociado a la menopausia (reducir sofocos con sugestiones de hipotermia), pasando por el control de la impulsividad, el fortalecimiento de la autoestima… Si siguiéramos daría para varias páginas más.

Ahora si lo deseas vamos a hacer un ejercicio para comprobar cómo actúan los mecanismos de la sugestión sobre nosotros.

Observa la imagen que ilustra este artículo  (si puede ser reprodúcela en otra pantalla mientras lees esto aquí, una pantalla de tamaño medio como la de una “tablet” al menos; si ha de ser en un móvil, ponlo en horizontal y evita ampliarla demasiado para poder contemplar la imagen completa). 

"Fíjate en alguno de los puntos negros que aparecen en el telón rosado que se divisa al fondo. Mantén la mirada sin parpadear y verás que los contornos se vuelven borrosos; los arcos que envuelven la estancia se desplazan y cambian de tamaño. Entonces te parece oír un rumor de agua en movimiento, ¡sí, se están formando unas ondas concéntricas que alteran la superficie del aljibe! Como olas minúsculas que rebosan e invaden lentamente el espacio en derredor, transportan la luz sinuosa de las ojivas que reflejan y llegan hasta ti transformadas en una brisa tenue que acaricia tu rostro y te susurra un mensaje en el oído…Todo parece cobrar vida..."

Bien. Lo más probable es que de primeras no hayas logrado meterte en situación, vuelve a intentarlo, relee el texto propuesto y mira fijamente de nuevo la imagen, mientras las palabras resuenan en tu cabeza... Así hasta tres veces.

 Este ejercicio se basa en la recreación de una sugestión de animación de los elementos que componen la imagen, partiendo de un efecto óptico y de la fatiga visual. Incorpora además sugestiones de otras modalidades sensoriales: auditivas y de tacto, más complicadas de evocar. Finalmente se sugiere la recepción de un mensaje, un elemento que implica un pensamiento verbalizado, que conlleva un plus de imaginación y creatividad. Por tanto, se trata de un ejercicio complejo que pone a prueba nuestra “sugestibilidad” en un sentido amplio y a diferentes niveles. Si en alguno de los tres intentos hemos llegado a apreciar mínimamente que la imagen cambiaba, que algo parecía moverse y ya está, nos situamos en un nivel promedio. Si además hemos percibido con cierto detalle las ondas, hemos oído el rumor del agua y/o sentido la brisa, ya estaremos en un nivel por encima de la media. Si por último, hemos escuchado un mensaje concreto en nuestro interior, la facilidad para sugestionarse es elevada. En este caso, sería también interesante conocer el tono emocional del mensaje, si era neutro, positivo o negativo: si nos dejaba indiferentes, nos agradaba o animaba, o nos inquietaba o lastimaba de algún modo. Esto daría cuenta del estado emocional que predomina en nosotros en el momento de hacer el ejercicio.

Si no hemos llegado a percibir ningún efecto o cambio en la imagen ni en nosotros al tratar de seguir las instrucciones del ejercicio, una vez más es probable que nos encontremos en el numeroso grupo de las personas “hipno-resistentes”. De cualquier manera, casi todo el mundo se puede beneficiar de la hipnosis, como de la meditación y un extenso abanico de técnicas que contribuyen a desarrollar los recursos y potencialidades de nuestra mente. Bastará con ejercitarse en la técnica que resulte más idónea para cada persona. Cuando la inducción clásica del trance hipnótico se resiste, suele funcionar mejor la técnica de auto-regulación, una variante de la hipnosis que se basa en la instigación de la sugestión a través de un método menos directo pero igual de eficaz, también con fines terapéuticos.

Si, a pesar de su extensión, os ha resultado interesante esta serie de artículos sobre la hipnosis en terapia que hoy concluye, os animo a participar con comentarios y a compartirlo con vuestros contactos en redes sociales.

Os agradezco mucho que me hayáis acompañado hasta aquí y deseo que sigáis con atención los próximos artículos donde abordaremos otras temáticas de interés en relación con la salud mental y el bienestar de las personas y sus familias.

 

 

 

 

 

 

"La Hipnosis como Terapia (II). El poder de la sugestión-2ª Parte", por Eduardo Riol Hernández

Fotografía de Erik Mclean en pexels.com

Después de contaros la anécdota sobre mi accidentada toma de contacto con la hipnosis en mi época de estudiante universitario, retomamos el hilo del primer artículo de la serie. Habíamos quedado en que, esencialmente, la hipnosis consiste en la inducción de un estado alterado o especial de conciencia, distinto del sueño y de la vigilia, que potencia el influjo de la sugestión en las personas. Y en que en el fenómeno hipnótico se produce lo que podemos describir metafóricamente como un "estrechamiento" perceptivo que -añado ahora- algunos expertos consideran que da lugar a justo lo contrario, una mayor “apertura” de la conciencia...

Pero antes de seguir vale la pena detenernos a descartar algunas creencias erróneas acerca de la hipnosis, lo que nos permitirá entender mejor la naturaleza del fenómeno y superar algunos miedos sobre este tema.

Algunos mitos en torno a la hipnosis:

MITO Nº 1. “Despertar” de la hipnosis es peligroso. Se puede “no volver a despertar”.

Se basa en la creencia de que la hipnosis es similar a una fase de sueño profundo, como una suerte de sonambulismo, en la que se transforma la conciencia del entorno que nos rodea, condicionada o filtrada por la persona que hipnotiza.

Es cierto que en un trance moderado o profundo la persona aparenta estar como dormida y reacciona al entorno en función de los parámetros de la inducción hipnótica, según hayamos utilizado sugestiones de un tipo o de otro, que conlleven mayor o menor contacto o desconexión de la realidad circundante. No obstante, al margen de la guía del hipnotista, subsiste un vínculo residual de la persona con su entorno que la protege en última instancia de peligros y amenazas que se puedan presentar. Si en una sala donde se lleva a cabo una demostración de una sesión de hipnosis, se declara un incendio, los asistentes gritan y huyen despavoridos arrastrando consigo al hipnotizador sin reparar en que -en medio del pánico y la confusión- el sujeto hipnotizado se ha quedado atrás, aún con los ojos cerrados, ignorante en los primeros instantes de lo ocurrido, tened por seguro que los mismos alaridos, el estrépito y el calor y el humo incipientes harán que no tarde en reaccionar sin precisar de una señal del hipnotista para salir del trance.

En todo caso, en circunstancias normales la salida del trance hipnótico puede ser gradual o más o menos brusca, pero en ningún caso es “peligrosa” como tal. Cuando, por alguna razón, la persona que te hipnotiza no te saca del trance, hay quien se queda plácidamente dormido durante un ratito como colofón de una relajación profunda y luego despierta (esta vez de verdad, sin comillas) como quien no quiere la cosa; y hay quien experimenta una transición menos agradable, caracterizada por unos minutos de desorientación, pero nada exagerado ni mucho menos irreversible.

MITO Nº 2. Durante el trance hipnótico se pierde por completo el control de la voluntad, que se transfiere a la persona que te hipnotiza. 

En términos absolutos el control de la voluntad no se perdería en ningún momento, del mismo modo que tampoco llegamos a desconectarnos completamente de la realidad exterior. Así y todo, puede pasar que la persona hipnotizada ceda voluntariamente de buena fe ese control y que, a su vez, la que hipnotiza trate de ejercerlo indebidamente. Esto sería del todo inadmisible, especialmente en el ámbito terapéutico, y -por supuesto- objeto de denuncia, la consecuencia más probable si una persona se hubiera sentido manipulada en una sesión de hipnosis, dado que tampoco es real el mito nº 3, apartado en el que ampliamos esta importante reflexión.

MITO Nº 3. Se olvida por completo lo sucedido durante el episodio hipnótico. 

La amnesia inducida en el trance debe estar justificada, estando previamente de acuerdo la persona a hipnotizar sobre los casos en los que procederá usar este recurso. De lo contrario, la persona recordará perfectamente lo ocurrido. 

En hipnoterapia puede tener sentido inducir la amnesia, por ejemplo, cuando emergen recuerdos demasiado dolorosos para afrontarlos en ese momento a nivel consciente. El resto de las veces lo que se suele pretender es lo contrario, que afloren recuerdos que pueden ayudar a entender mejor nuestros problemas y a lograr afrontarlos.

Y tanto en lo relativo a la pérdida de control de nuestros actos como en la cuestión de la amnesia, hay un límite para todo: si la persona es manipulada para hacer el ridículo como parte de un número en una fiesta, terminará haciéndolo si en su fuero interno no le importa seguir la broma para dar espectáculo. En caso contrario, no funcionará, la persona no colaborará. Con más motivo, en el contexto terapeuta/paciente, si una persona sufriera un intento de manipulación para hacer algo que no desea, como tener relaciones sexuales no consentidas, se activará una alerta en su mente, reaccionará en contra y desde luego recordará lo sucedido. 

Me he atrevido a abordar un tema espinoso y desagradable que no he querido eludir por responsabilidad. Vaya por delante que estos son casos extremadamente infrecuentes, pero a veces se producen y hay que denunciarlos, y la persona que se somete a hipnosis debe saber que en situaciones en que se puede ver comprometida su integridad física y/o emocional -antes, durante y después de la hipnosis-, conserva voluntad y memoria.

Para cerrar este asunto, como nota al margen, conviene matizar que, con hipnosis o sin ella, en terapia o fuera del ámbito terapéutico, siempre habrá gente en posición de poder o dominio sobre otras más vulnerables física, económica, material o emocionalmente, que se aprovecharán, explotarán, acosarán, manipularán y/o abusarán las unas de las otras mientras la sociedad no reconozca, apoye y proteja de un modo contundente a las víctimas. No lo olvidemos.

Podríamos seguir desmontando mitos en torno a la hipnosis, como aclarar que la hipnosis no es magia, ni nada milagroso o sobrenatural: es un fenómeno contrastado científicamente, al margen de que aún no se conozca en detalle su naturaleza. Tampoco conocemos a fondo otras muchas funciones del cerebro o la mente humana y no por ello las catalogamos de paranormales. Así que si os cuentan que alguien “ha levitado” en el curso de un trance hipnótico, tened por seguro que, o bien han presenciado un truco de un consumado ilusionista que se hace pasar por hipnotizador (o que compagina ambos roles), o todos los presentes fueron hipnotizados sin saberlo para experimentar una ficticia experiencia de levitación. ¡Porque el poder de la sugestión es ilimitado!, o casi…

Me vais a odiar, pero este que iba a ser el artículo "requetedefinitivo" me está quedando demasiado largo. Por eso os pido un poco más de paciencia, en espera de la -ya sí que sí- última entrega de esta serie de artículos sobre la hipnosis, donde me adentraré por fin en el asunto de las aplicaciones terapéuticas en tan solo unas pocas semanas. 

Si os ha resultado interesante os animo a compartir el artículo en vuestras redes sociales y a hacer comentarios en el blog.