(Artículo publicado originalmente en septiembre de 2013, que sigue vigente en muchos aspectos, y por ello creo conveniente recordarlo ahora...)
La unidad familiar, entendida en un sentido amplio que dé cabida a los diversos modelos de familia existentes en la actualidad, es ya un pilar fundamental para el desarrollo y el bienestar de sus miembros en épocas de bonanza económica.
De igual modo, en los tiempos que corren en nuestro país, es bien sabido que la situación dramática que atraviesan muchas personas víctimas de la lacra del desempleo o la quiebra de sus pequeños negocios, la explotación laboral, la usura de los bancos, etc., se convertiría en una tragedia sin paliativos de no ser por el apoyo que reciben de otros parientes.
Incluso tratándose de familias no demasiado bien avenidas, cuando uno o varios de sus miembros se ven en serios apuros, a menudo se aparcan las desavenencias para prestarles la ayuda que les sea posible.
A diario somos testigos a nuestro alrededor de numerosos casos de padres que acogen a sus hijos en sus casas tras sufrir un desahucio; suegros que les ayudan a terminar el mes; hermanos que les dejan un vehículo para trabajar tras haberles embargado el suyo...
Así y todo, no nos engañemos, muchas familias han traspasado ya el umbral de la pobreza, y los recursos de sus parientes para ayudarles son escasos o inexistentes.
Por otro lado, la variada casuística que se da en estas coyunturas no siempre es ejemplar: hijos que apenas visitaban a sus padres en las residencias donde se encontraban arrumbados, ahora se acuerdan de ellos y se los llevan a casa en condiciones penosas a fin de exprimir sus pensiones. Entre otras situaciones indeseables, están también las que padecen muchas parejas que no se separan por imposibilidad económica, y han de continuar soportándose a duras penas viviendo bajo el mismo techo indefinidamente. De modo que no se debe idealizar la cuestión. Las situaciones límite suelen sacar lo mejor y lo peor de nosotros: solidaridad, altruismo, compasión, pero también oportunismo, hipocresía, mezquindad.
Aun con los matices y reservas apuntados, lo cierto es que, firmada el acta de defunción del quizá ingenuamente llamado "Estado del Bienestar", la familia se ha convertido en el mayor y casi único apoyo con el que cuentan muchas personas damnificadas de la crisis galopante que sigue azotando nuestra tierra ya va para seis años.
En consecuencia, como psicólogo creo relevante destacar la importancia de mantenerse más unidos que nunca en el contexto de la familia nuclear y extensa. El apoyo de nuestros seres queridos, de nuestros parientes próximos, y también –cómo no- de nuestros amigos más allegados (a los que no por casualidad consideramos parte de nuestra familia), será determinante para prevenir en cierta medida los funestos efectos que para nuestra salud mental y física puede tener la desgracia del paro de larga duración y los problemas económicos severos. En el siguiente capítulo abordaremos diferentes estrategias de afrontamiento que podemos utilizar en el ámbito familiar para mantener a raya el estrés y la depresión en situaciones críticas como las descritas.